¿De qué va?
La historia de Bloodshot gira en torno a Ray Garrison, un soldado de élite que es asesinado cruelmente durante una misión. Una misteriosa organización lo resucita y lo dota de una sangre formada por nanobots (los "nanitos", que los llaman), capaces de reconstruir sus heridas a toda velocidad, conectarlo remotamente a información digital y dotarlo de una fuerza sobrehumana, lo que lo convierte en un superhombre prácticamente indestructible. Aunque la organización tiene planes para él, Bloodshot solo parece interesado en vengarse de quien lo mató.
En cuanto a la historia, su profundidad llega al punto necesario para que tengamos empatía con los personajes. Todo se resuelve de forma natural y el conflicto no se extiende más de lo necesario. Diesel entrega lo mejor de sí para el héroe y se luce en todas las secuencias en las que su personaje debe luchar con sus propias manos. Por su parte, el villano es motivado por una razón válida aunque lejos de ser justificable, salvándolo del cliché del malo sin mayor trasfondo. Pero cuando llega el momento de enfrentarlo, este en realidad nunca se siente como un verdadero peligro, por lo que la emoción se diluye un poco hacia el cierre.
Veredicto
Es cierto que Vin Diesel aporta poco más que músculo (enorme, eso sí) a la narración y se pasa con el ceño fruncido media película, con la otra media poniendo la sonrisilla de ligón de tuning que aprendió interpretando a Dominic Toretto en Rapido y Furioso. Pero no cabe duda de que su personaje impone y, como decimos, da hasta miedo en ocasiones.
Los personajes secundarios de Bloodshot son irregulares, con personajes más arquetípicos y previsibles como los de Sam Heughan o el propio Guy Pearce (que por momentos nos recuerda al Peter Weyland de Prometeo), junto a otros que dan bastante más juego, como el de la muy guerrera Eiza González (Nyssiana en Alita y Baby Driver) o el ciertamente divertido Lamorne Morris, que recordaréis por su atolondrado personaje de la telecomedia New Girl.